Si en las dos primeras partes de esta serie te hablé de Mónica Pérez de las Heras y Enric Lladó como pilares de mi formación en oratoria, hoy quiero compartir contigo la influencia de otro referente que ha transformado mi manera de entender la comunicación: Jürgen Klarić.
Empresario, conferenciante y divulgador, Klarić es una figura clave en el mundo del neuromarketing y la neuroeducación. Su enfoque combina ciencia, emoción y estrategia, y su forma de comunicar es tan potente como provocadora. En su charla «Neuro Oratoria: 10 técnicas científicas para hablar en público», Klarić no solo enseña a hablar: enseña a impactar, a conectar, a dejar huella.
Hablar para vender ideas
Una de sus primeras afirmaciones me resonó profundamente: «Saber hablar es saber vender ideas». Ya sea ante un cliente, un equipo o un auditorio, la oratoria es una herramienta de liderazgo. Y no se trata de repetir fórmulas ajenas, sino de basarse en lo que a cada uno le funciona. La autenticidad, dice Klarić, es el primer paso para ser escuchado.
No puedo evitar pensar en mi recorrido como periodista en televisión, donde esta premisa ha sido casi una brújula. Cada reportaje, cada entrevista, cada conexión en directo han sido una oportunidad para «vender» una idea, no en el sentido comercial, sino en el sentido más humano: lograr que el público entienda, empatice y se emocione con lo que está viendo.
He aprendido que no basta con informar; hay que conectar. Y esa conexión empieza mucho antes de que se encienda la cámara. Empieza en cómo me acerco al protagonista de la historia, en cómo le escucho, en cómo traduzco su emoción en palabras que el espectador pueda sentir como propias. Esa es, para mí, la verdadera misión de la oratoria: transformar una idea en una experiencia compartida.
Klarić desmonta el mito de que las palabras son lo más importante. Según él, lo primero que capta el cerebro es la entonación, luego el cuerpo, y por último el contenido verbal. La voz, con sus matices de tono y velocidad, es la forma más primitiva de comunicación. Y el cuerpo, libre y expresivo, multiplica la intención del mensaje. Las manos, por ejemplo, representan el 25% de nuestra expresividad.
Esta visión refuerza dos vértices de mi triángulo: el lenguaje paraverbal y el no verbal. Nos recuerda que la voz no solo transmite, sino que impacta y persuade. Y que el cuerpo no acompaña: lidera.
La puesta en escena también comunica
Otro aspecto que Klarić aborda con contundencia es la estética del orador. Desde la ropa que vistes hasta la iluminación, todo comunica. Recomienda evitar estampados y optar por colores sólidos, especialmente el negro, que potencia la expresividad del rostro. Incluso arremangarse puede ser un gesto estratégico para que las manos «hablen más».
La luz también importa. Dar una conferencia con las luces apagadas, dice, es absurdo. El público necesita ver al orador para conectar. A oscuras, el cerebro se desconecta. Con luz, se activa.
En mi experiencia como periodista, he comprobado que estos detalles marcan la diferencia. En televisión, la puesta en escena es parte del lenguaje. Desde cómo me visto para un reportaje hasta cómo me posiciono frente a la cámara, todo comunica. Y cuando estoy en una charla o formación, aplico estos principios con la misma intención: que el entorno refuerce el mensaje, no que lo eclipse.
Porque, al final, como bien dice Klarić, el orador no solo transmite ideas: transmite sensaciones. Y esas sensaciones empiezan mucho antes de que se pronuncie la primera palabra.
En cuanto al soporte visual, Klarić defiende la simplicidad. Un PowerPoint debe acompañar, no distraer. El cerebro ama las infografías, los contrastes de color y las metáforas visuales. Una imagen bien elegida puede enganchar al cerebro más que mil palabras. Como él dice, quien sabe comunicar, lidera.
Esta idea me conecta con el vértice verbal de mi triángulo. Porque elegir bien las palabras también implica elegir bien las imágenes que las acompañan.
Para Klarić, el estilo personal es lo que diferencia a un buen orador. No se trata de ser el mejor, sino de ser auténtico. El humor, una palabra malsonante bien colocada, la aceptación de los errores… todo suma si se hace con coherencia. El público conecta con lo real, no con lo perfecto.
La interacción también es clave. Caminar entre el público, tocar, mirar a los ojos, preguntar… son gestos que proyectan seguridad y cercanía. Y la credibilidad, por supuesto, se construye con pruebas: testimonios, prensa, logros. Un líder no busca gustar a todos; busca ser respetado.
Tú, como historia
Finalmente, Klarić nos recuerda que el orador es, en sí mismo, una historia. En diez minutos, el público ya sabe quién eres. Por eso es vital que tu autoestima y tu seguridad te acompañen en el escenario. Y que tu mensaje deje algo útil, algo que el público pueda aplicar al día siguiente.
Una buena historia, dice, debe llamar la atención, generar emociones y ofrecer herramientas. Si logras eso, tu público no solo te escuchará: te recordará.
Las enseñanzas de Jürgen Klarić reforzaron las ideas iniciales que dieron lugar a mi Triángulo de la Oratoria, imprimiéndole una mirada neurocientífica, pero también profundamente humana. Me hacen tener presente que comunicar es un acto de generosidad, de estrategia y de autenticidad. Porque cuando hablamos desde lo que somos, con técnica y con alma, el mensaje no solo se escucha: conecta y perdura.
Si te ha resonado todo lo que hemos explorado aquí, te invito a ver la charla completa de Jürgen Klarić. Es una fuente de inspiración para quienes desean comunicar con impacto, autenticidad y estrategia. Y si quieres profundizar en cómo aplicar estas claves a tu forma de comunicar —ya sea en tus presentaciones, entrevistas, formaciones o proyectos personales—, estaré encantada de acompañarte. Puedes escribirme y te contaré cómo puedo ayudarte a transformar tus ideas en mensajes que conectan de verdad.

